Misogi Dojo de Aikido

Aikido, “frágil, manipular con precaución”





Bushido




Como si se tratara de una obra de arte, de un antiguo artefacto, o de cualquier otro tipo de valor histórico llegado hasta nuestros días, el Aikido debe ser manejado con mucha cautela y cuidado, y practicado con conciencia histórica de su magnitud. No se trata solamente de un grupo de técnicas estandarizadas y organizadas en un programa de estudio. Su riqueza trasciende holgadamente lo marcial y nos invita a participar en un mundo de cultura, forjada y perfeccionada durante cientos de años, detallista al máximo, sutil en todo aspecto, pero endeble y quebradiza en manos insensibles.

Esta reflexión surgió en mí hace unos días, durante una sesión de entrenamiento. Uno de los senseis en la clase me corrigió la retención que estaba practicando en mi uke, durante la parte final del ikyo. Siempre tengo la sensación de que no le imprimo “vigor” a ese momento de la técnica, y que aprovecho demasiado la gentil inercia que me ofrece el uke. Sensei Chuo, uno de los danes de la clase, se dio cuenta que mi retención era muy liviana y por lo tanto carente de intención; y al corregirme, fue muy ilustrativo en sus palabras... me dijo: "Recordá que el brazo que estás inmovilizando es el brazo de un samurai, no se trata de cualquier brazo; respeta eso y nunca subestimes al uke, aunque lo trates gentilmente”.

La enseñanza me dejó pensando sobre lo difícil que sería para mí tratar de inmovilizar el brazo de un guerrero samurai, o siquiera estar parado frente a uno de ellos blandiendo su katana en mi dirección. Pero me ayuda a ponerme en situación al momento del entrenamiento, a trasladarme a un espacio en el que el combate era entre guerreros altamente habilidosos, y por la vida o la muerte.

Creo que cuando uno toma conciencia del peligro que un mero brazo representa, es cuando realmente entrena con cuidado y conciencia, tratando, sin generar más dolor del necesario, que el ataque sea definitivamente neutralizado... cualquier error de parte del nage, no sólo técnico sino mental, esto es, subestimar al uke por ejemplo, resultaría indefectiblemente en su deceso. Entre samurais... ¿cabría otra posibilidad?

Entrenar con esta conciencia es hacerle honor a las personas que lo originaron y al sentido primario de sus técnicas, a su escencia, a su rica y creativa marcialidad: qué responsabilidad la nuestra, quienes representamos hoy la técnica generada por personas tan enfocadas como los bushi; es un privilegio que incluye un respeto y una seriedad de los que dependen nada menos que la continuidad y la conservación de su legado.

Rei


Gi










Estamos manipulando elementos ancenstrales, históricos, tesoros culturales, espirituales, sean las técnicas, los artefactos (la katana por ejemplo, el kamiza, el keiko-gi) o el reigi entre tantos otros... siguiendo esta lógica de pensamiento, el dojo y el tatami representan un museo de arte y cultura marcial, un museo dinámico, viviente, actualizado, sanguíneo, en el que nosotros mismos nos vestimos, nos enfundamos en historia, y hacemos esta permanencia posible... somos representantes. De nuestras acciones depende que estos tesoros sigan vigentes en su esplendor, se deterioren o se pierdan en el tiempo... es todo un tema a pensar.

El Aikido es generoso y se ofrece a todos sin miramientos. Depende de cada uno como practicantes que le devolvamos esa generosidad y lo valoraremos en toda su dimensión, practicando su espíritu para mantenerlo vivo, entrenando sus técnica para mantenerlas eficaces, estudiando su cultura para mantenerla intacta. Por eso, como aikidocas somos también guardianes, historiadores, antropólogos, filósofos y hasta aqueólogos: nos toca mantener, comprender, revisar, reflexionar y redescubrir... el desafío es apasionante. Por eso, al aikido, frágil tesoro, siempre manipularlo con mucha precaución.



Marcos González Gava