Misogi Dojo de Aikido

Zanshin - Conciencia del entorno

“Relativamente pocas son las veces que me toca volver sola a casa, encontrando nada más que calles solitarias, ocasiones que si pudiera evitaría. El regreso solitario es definitivamente la parte que no me place hacer.
Pero la enfrento tarde o temprano al salir a la calle poniendo en práctica lo que nos enseñara nuestro sensei en su momento.

Hombros atrás, cabeza erguida, conciente de mi entorno, de cualquier persona que se este aproximando o de esa esquina en la que estoy a punto de girar, todo podría cambiar en un instante si me distraigo, ya tendré tiempo de pensar en otras cosas, si me interceptaran agazapada y pensativa sería la presa fácil que los facinerosos sueles elegir.

Llego bien a mi casa, que bien, hoy no me topé con nada, ¿habrá dado resultado todo ese cuidado? Y si no hubiera salido como lo esperaba…me encuentro con un grupo de “rufianes”, como dijo el maestro horas antes, los encaro en Hanmi, todo ese entrenamiento refuerza más el instinto de saber cuando me va a atacar, advierto que son varios y primero lo primero como si se tratara de uno solo, “negociar” calmadamente, no son tontos y con esto se van a dar cuenta de con quien están tratando, aún en otro arte marcial más rudo aprendí esta lección.

Pero volviendo de una clase de Aikido, me hace sentir que también soy una guerrera, luchando en el día a día, poniéndome en la piel de los bushi que hoy por hoy también honramos con este arte que muy profundamente nos enseña que no precisamente estamos hechos para la guerra con otras personas, con oponentes.

Luchamos con nosotros, por dominar emociones para luego ayudar a otros con sus emociones. En una situación tal a quien se enfrente a nosotros no podríamos pretender que no se ponga histérico si no vencemos nuestra histeria ante él, aun así zanshin, palabra que titula el concepto de nuestra noción del entorno en estas situaciones, es lo que se recomienda para nuestro caminar más aun con desconocidos.




“No quiero pelear”

En Aikido primero lo primero, paz.”


Perla Zabala.




Son esta clase de relatos los que generalmente encontramos cuando se hace referencia al concepto de Zanshin, enfocados en la idea de que es una habilidad referida solamente a la defensa personal, pero no dice nada acerca de su utilidad en el día a día.

Desarrollar semejante destreza para utilizarla solo en ocasiones tan puntuales parece un desperdicio, es por eso que cabe meditar acerca de que utilidad podemos darle a nuestra conciencia del entorno en la práctica cotidiana y en la vida más allá de las artes marciales.

Para comprender un poco mejor a que llamo “Zanshin aplicado a la práctica cotidiana” veamos algunas situaciones a modo de ejemplo:

Podríamos mencionar el caso de un practicante de iaido que esta ejecutando una kata, en este caso necesita estar conciente de la posición y el movimiento de sus compañeros e instructor, así como de los límites del tatami a fin de evitar todo tipo de accidentes.

En otro caso un aikidoka debe estar muy atento al ejecutar una técnica o de lo contrario puede proyectar a su uke contra un compañero, maestro o fuera del tatami; aún si la técnica no consistiera en lanzar a la otra persona podría hacerlo colisionar en un giro brusco.

No hace falta dar más ejemplos para comprender que poder percibir todo lo que ocurre a nuestro alrededor no solo es útil para defenderse de varios atacantes sino que también es una herramienta esencial para evitar incidentes.

Si solo nos ocupamos de prestar atención a lo que ocurre un poco mas allá de nosotros mismos podremos detener o acelerar un movimiento en el momento oportuno y sortear una “situación incomoda”.



Si quisiéramos llevarlo a nuestra vida cotidiana enseguida podríamos encontrar infinidad de situaciones en las que aplicar un poco de Zanshin marca la diferencia, ya sea en la vía pública (manejando, andando en bicicleta, viajando en tren o colectivo o como simple peatón cruzando una transitada avenida) o en el trabajo (en una fábrica, un edificio en construcción, atendiendo un local o en la oficina).

No necesitamos encontrar una banda de maleantes para salvarnos de una muerte segura, la mayoría de las veces somos nuestra peor amenaza simplemente por “andar distraídos”.




Para aquellos budokas que aún así sigan preocupados por ser el protagonista de nuestro relato inicial, creo que lo mejor sería que traten de desarrollar sus capacidades perceptivas en situaciones como las mencionadas en lugar de buscar ejercicios de combate contra múltiples atacantes.

Confío en que tendrán mejores resultados de esta forma, ya que estas son efectivamente situaciones reales. Es hora de poner los sentidos al servicio de la seguridad, nuestra y de quienes nos rodean.



Daniel Soriano.

Historia Cortita Sobre lo Imperfecto



Cuenta la historia sobre un sensei de budo que tenía por costumbre ubicar en el kamiza un mapa de su país natal.

En una ocasión, tras un traslado de su dojo, decidió agregar un mapa del mundo entero alegando que "Como mi país está dentro de mundo, hay que saludar al mapa del mundo, y no sólo al de este”.

Incluso bromeaba con la idea de tener un mapa del universo, para saludar a toda la creación en el kamiza.

Uno de sus alumnos tuvo la tarea de ayudarle a colgar el mapa del mundo sobre el kamiza, una vez realizada la labor, al estudiante le pareció que estaba algo torcido, y le dijo a su sensei que lo quería reacomodar.

Entonces éste le contestó: "Déjalo así nomás, que desde un principio el mundo es un lugar desigual".

Fue una respuesta muy sincera y a la altura de tal maestro, quien ofrecía muchas lecciones de humildad y comprensión: En vez de buscar la perfección, apreciar la imperfección.



Daniel Soriano

Defensa y Percepción



"El camino perfecto carece de dificultad

Salvo que evita elegir y escoger.

Sólo cuando dejas de sentir agrado y desagrado

Comprenderás todo claramente"

Seng-Tan




La percepción es una manera de interacción, puesto que lo que percibo de una manera, tiene como consecuencia inmediata una respuesta en mi accionar, en mi interactuar con la otra persona.




Recuerdo siempre uno de los cuentos enmarcados en una de las paredes del dojo, que cuenta sobre un maestro y cómo un potencial agresor para ganar en supremacía sobre aquél intenta provocarlo de todas las maneras posibles para que lo ataque, incluso llegándolo a insultar verbalmente.

Pero el maestro no responde a ninguna de sus agresiones, entonces la otra persona se rinde y se va.

Cuando sus alumnos le preguntan al maestro por qué no se había defendido, él responde que al hacer caso omiso a dichas agresiones, el agresor en sí no pudo atacarlo.



Wrobel en su libro explica que si hay una ofensa contra nosotros pero no la reconocemos como ofensa propiamente dicha, responderemos de otra forma; esto sería distinto si lo interpretáramos como si se tratara de un ataque personal.



Cuando uno estudia los patrones de la comunicación, y se establece aquél conocido esquema entre emisor y receptor, podemos tomar también aquél viejo paradigma lineal de Lasswell que establece: "Quién dice qué a quién con qué efecto" pero como receptores de ese "qué" podemos modificar la intención y efecto del mismo, hasta el punto de anular el mismo... es una teoría interesante.




Sensei Julio ha repetido en varias oportunidades el caso sobre una potencial agresión verbal con la cual podemos encontrarnos en la vida real, en la calle.

Como una persona puede agredirnos con palabras y nosotros no debemos responder, a menos que "ingrese en nuestra esfera" y nos ataque físicamente.

Entonces es ahí donde entra en acción la defensa práctica del Aikido.




Si lo pensamos, la percepción, la manera de ver las cosas, y la manera en la que vamos a interactuar o responder es una forma de defensa.




Denise Desbois.






Bibliografía:

*"Aikido, el camino de la armonía espiritual y la unión con el universo" – Stan Wrobel

*"Apuntes de Comunicación, paradigmas y esquemas"

Terapia Ocupacional y Aikido: Función motora.


Durante el proceso de rehabilitación en el servicio de Terapia Ocupacional nos encontramos frente a diversas situaciones de aprendizaje, en las cuales nosotros como T.O. encaramos el rol técnico y guiamos a nuestros pacientes a lo largo de dicho proceso.

Cuando trabajamos con pacientes que requieren nuestra atención debido a que poseen una disfunción que afecta su desempeño motor, es decir sus movimientos, sus destrezas motoras finas y/o gruesas, ya sea una disfunción adquirida o congénita, parte del proceso de la terapia tiene que ver con crear nuevos engramas motores, es decir movimientos que una vez aprendidos han de ser utilizados de manera automática y funcional.

Para poder formar nuevos engramas o patrones motores es necesario que seamos capaces de experimentar la sensación del movimiento correcto (1) y una vez dado esto es de suma importancia la repetición de dicho movimiento.

¿Como es que relaciono esto con la practica del Aikido?

El Aikido es la práctica de un arte marcial que busca la unión del cuerpo y la mente basado en la armonía.


Utiliza movimientos en diagonales, circulares, desplazamientos del centro de gravedad, disociaciones de las cintura escapular y pélvica (es la disociación de la cadera y el tronco superior y miembros superiores), además de un trabajo muy importante en lo que es la elongación de músculos, tendones y ligamentos, sin dejar de lado movimientos en todos los planos de dirección que las diferentes articulaciones implicadas permitan.

Teniendo en cuenta que cada técnica implica la coordinación de los movimientos anteriormente nombrados de más esta decir que su practica implica la formación de un sin numero de nuevos engramas motores.

¿Cómo es que se forman estos patrones de movimiento?

Siguiendo los principios básicos de desarrollo, inicialmente solo es posible realizar patrones simples, incluso estos, con errores en un primer momento.

Luego en la medida que voy repitiendo estas unidades de engramas, puedo combinarlas y encadenarlas en patrones mas complejos.

Sin embargo, debo mencionar que se requieren cientos de miles o millones de repeticiones para desarrollar cada engrama motor automático (2).
Aunque se requieren tan solo entre 10 a 100 repeticiones para lograr una mejora en la habilidad.

Cuando se ha desarrollado un engrama motor, la ejecución del mismo es mas rápido, que la percepción que tiene esta persona de la realización de esa actividad, esto es lo que llamamos un movimiento automático.


Para el aprendizaje del control motor de la coordinación es necesaria la retroalimentación sensitiva, nos referimos no solo a lo que nuestros 5 sentidos comunes nos informan (oído, tacto, gusto, olfato, vista) sino a otro tipo de sensibilidad que se denomina propioceptiva y se refiere a la información inconciente de las distintas partes de nuestro cuerpo en el espacio, a la información del aparato vestibular, que nos brinda la información de nuestro cuerpo en relación a la gravedad, entre otras cosas.

Aun no hacen dos meses que comencé a formarme en esta disciplina.

Durante las primeras clases que tome sentí y aun siento este desequilibrio entre lo que quiero realizar y lo que mi cuerpo realiza, esta incapacidad de poder realizar con mi cuerpo lo que esta en mi mente.

Esto es lo que muchos de mis pacientes me han dicho durante las sesiones de Terapia Ocupacional.

Soy conciente de las diferencias abismales dado que las circunstancias que me llevan a mí a esta instancia de aprendizaje son muy diferentes de las que llevan a nuestros pacientes a requerir los servicios de rehabilitación.

La asociación que hago entre el Aikido y Terapia Ocupacional tiene su punto de conexión en la formación de los engramas motores, comprendo que para el aprendizaje de ambas disciplinas es necesaria la sensación del movimiento correcto y la practica.

Pero considero como fundamentales, también los siguientes factores: la motivación, el placer, la constancia, la perseverancia y las sensaciones incorrectas porque a través de los errores también aprendemos, es decir a través de la experiencia y la experimentación.

Desde lo personal como alumna de Aikido busco tomar no solo la enseñanza de las técnicas y de la filosofía sino también de cómo es que se me esta enseñando a mí la formación de estos patrones de movimiento, de esta forma quizás pueda trasladar esta experiencia e incorporar a mi rol técnico otra forma de enseñar.


Notas:
(1)Terapia Ocupacional para incapacitados físicamente. Enfoque de neurodesarrollo de Bobath. Trombly C. A. Pág. 115.
(2)Krusen Medicina física y rehabilitación. Kottke L. Pág. 276

Paula Arias.

Bonsai - 盆栽



Bonsái es el arte de cultivar árboles y plantas, reduciendo el tamaño mediante técnicas, como el trasplante, la poda, el alambrado, el pinzado, etc., y modelando su forma para crear un estilo que nos recuerde una escena de la naturaleza.



Es un arte que requiere no solo disciplina y dedicación sino un elevado nivel de conocimiento para lograr excelencia.

No es difícil hacer un bonsái.

Es una técnica sencilla de aprender, lo difícil es convertir una pequeña planta en una obra de arte como producen los maestros.



Un Bonsai sigue desarrollándose a lo largo de la vida, es una verdadera obra de arte y, a diferencia de otras, puede ser la expresión de una persona acerca de toda su vida, no sólo de una pequeña ventana como es capturada por la mayoría de las otras formas de arte, es una expresión de las propias ideas a fin de que puedan adoptar cualquier forma o la forma elegida por el creador.



El Bonsai en Japón se ha mantenido durante cientos de años de padre a hijo, cada propietario añade su propio espíritu a la creación.

Un Bonsai puede vivir por cientos de años y puede alcanzar una belleza increíble y mucho valor.

SU ORIGEN

El arte de los bonsáis se originó en China hace unos dos mil años, como objeto de culto para los monjes taoístas. Para ellos era símbolo de eternidad, el árbol representaba un puente entre lo divino y lo humano, el cielo y la tierra.



Durante siglos la posesión y el cuidado de los bonsáis estuvo ligado a los nobles y a las personas de la alta sociedad.

Según la tradición, aquellos que podían conservar un árbol en maceta tenían asegurada la eternidad.

Fue llevado a Japón hace unos 700 años, donde se perfeccionó y evolucionó al arte actual.

Desafortunadamente, muchos de los especímenes más antiguos desaparecieron durante la segunda guerra mundial.

Además existen grabados e inscripciones en las pirámides egipcias que hacen referencia a este tipo de cultivo; e incluso los antiguos babilonios también parece que practicaban este arte.

El origen del bonsái está relacionado con la Religión Taoísta (de la que deriva el Zen), en la que el Universo está representado por el sentido de la vida y la armonía interna de todo lo que existe.



Particularmente yo me dedico a los Bonsai desde hace ya 10años, y les puedo asegurar que es increíble ver cómo van evolucionando con el correr del tiempo, van tomando la forma deseada, se van haciendo más fuertes y siempre dependen del cuidado y la dedicación que uno les brinda.

A veces se me ocurre, quizá, que sea como un espejo de nosotros mismos, a quien nunca debemos dejar de cuidar… los años pasan… pero depende de la dedicación y voluntad que se imponga en el camino para lograr el óptimo resultado.



Vanesa Cristin

Cuando me defiendo usando el Aikido.

“Cuando me defiendo usando el Aikido
no tengo intención de lastimar al otro,
es la intención del atacante la que le origina daño a él mismo.
Yo solo me defiendo evitando que el agresor me lastime y,
dentro de lo posible evitando,
que él mismo se lastime… eso es Aikido”


Julio Talerico Sensei



Hace unos días se produjo una pelea en la vía pública en la que un practicante de Artes Marciales (los diarios no se pusieron de acuerdo sobre que disciplina practicaba y tampoco es relevante puesto que la idea del presente no es demonizar a ninguna), en una pelea callejera que aparentemente se había iniciado dentro de un boliche bailable y continuado en la calle, terminó con la muerte de la persona a la cual se enfrentó.

http://www.lacapitalnet.com.ar

http://www.clarin.com

http://www.notife.com


Mas allá de la noticia en sí misma que solo funciona como disparador, me interesa abordar el aspecto personal (o ético) de la cuestión.

No podemos saber si fue intención del atacante dar muerte a su contrincante, lo que sí sabemos es que ese fue el resultado obtenido y que los medios utilizados fueron golpes de puño y patadas, cuya alta peligrosidad se vio incrementada por el entrenamiento que éste tenía.

Son varias las preguntas que surgen al analizar el tema. Pero tal vez, la más relevante de todas sea ¿Tenía alguna otra forma de reaccionar aquel que finalmente se convirtió en asesino?

Desde el punto de vista de la ética de la defensa del Aikido, sí.

Podría haber escapado a la situación o evadido la confrontación. Pero no solo no hizo eso, sino que optó por la actitud exactamente opuesta, lo fue a buscar a la salida.

Pero aún así, habiendo cedido al impulso de “ir a buscar” al otro (impulso del que nadie está exento), podría haber utilizado alguna otra forma de dejar fuera de combate a su oponente sin poner en riesgo la vida de éste.

Muchas veces, en momentos de enojo intenso es difícil sofrenar el impulso de aplicarle al otro una técnica con violencia desmedida.

Pero… podemos después vivir con semejante carga sobre nuestros hombros, sabiendo que existía la posibilidad de defendernos igual causándole menos daño?

Julio Sensei diría: “…es una piedra demasiado pesada para llevar en nuestra mochila”.

Probablemente sea ese el aspecto principal a considerar al momento de decidir aplicar una técnica.

Sabemos que muchas de las que aprendemos día a día son letales. Está en nosotros decidir cómo queremos aplicarlas en cada caso particular.

Y más allá de si luego afrontamos o no una consecuencia legal por nuestros actos, si podremos o no cargar en nuestra “mochila” con semejante piedra.

O mejor dicho, ¿con que piedra queremos cargar?



La ética de la defensa

En la tira A, el hombre de la izquierda, sin provocación previa y por propia iniciativa, ataca al otro hombre y le mata. En relación con la ética, éste es el más bajo de los cuatro niveles: agresión no provocada en forma de ataque directo.

En la tira B, el hombre de la izquierda no ha atacado directamente al otro hombre pero le ha incitado a atacarle. Puede haber sido un insulto o con la provocación más sutil de una actitud desdeñosa. En cualquier caso, cuando el otro hombre responde a la incitación atacando, el primero le mata. Aunque éste no es culpable de lanzar al ataque, es responsable de incitar al otro hombre a atacar. Con respecto a la ética la diferencia entre la Tira A y la Tira B es solo de matiz.

En la Tira C, el hombre de la izquierda no ataca ni provoca al otro hombre. Pero al ser atacado, se defiende de una manera subjetiva, es decir solo atiende al “número uno” y el otro hombre resulta muerto o al menos gravemente herido. Según la ética, ésta es una acción más defensiva que las dos anteriores. El hombre que sigue en pie en absoluto es responsable del ataque, ya sea directa o indirectamente. No obstante, su manera de defenderse, aunque sea para protegerse de posibles daños, desemboca en la destrucción del otro hombre. Como vemos el resultado de las tres tiras A, B y C es idéntico: un hombre muere.

La Tira D ilustra la forma suprema de defensa personal ética. Sin atacar ni provocar, el hombre de la izquierda se defiende de tal manera, con tanto control y destreza, que el atacante no resulta muerto. En éste caso ni siquiera herido.

"Aikido y la Esfera dinámica", A. Westbrook y O. Ratti


Debemos entrenar entonces, no solo la técnica o nuestra resistencia física y destreza, sino también nuestra capacidad de discernir cuando, como y con qué intensidad reaccionar o actuar.

Este aspecto es uno de los más importantes del Aikido, a pesar de que a veces es dejado de lado por los instructores.

Es nuestro deber como artistas marciales ser responsable con el uso de las técnicas que aprendemos y utilizarlas solo en aquellos casos en los que no encontramos otra salida mas que defendernos, y siempre buscando preservar no solo nuestra integridad física, sino también la de nuestro oponente.

Hernán M. Gauna

Me pongo el keiko, me saco el ego.


Un aspecto que siempre me resulta poderosamente influyente en mi práctica de artes marciales es el rol que cumple mi ego, la conciencia de mi propio ser y de mi existencia, en mi estudio de artes marciales. Es interesante como este juega a favor cuando imprime mi personalidad en la técnica, generando mi estilo particular de expresión en el arte marcial, y cuando me permite comunicarme e interactuar positivamente con el ambiente y mis compañeros de práctica. Igualmente interesante es la situación contraria, que se da cuando la parte negativa de mi propio ser se presenta, generando un sinfín de escollos en el camino de crecimiento que implica el Budo; tropiezos necesarios de los que es fundamental aprender, y una vez identificados, esforzarse por modificar. El peligro es repetirlos perpetuamente, por distintas y variadas razones, que pienso están relacionadas al tipo de relación que mantenemos con nuestro ego. Esto indefectiblemente repercutirá en nuestra evolución como artistas marciales, y sólo nos permitirá desarrollarnos parcialmente como tales.

El ego es una voz que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, es por ende una fuente de identidad, de autoestima y un recurso constante de orientación: es la voz, el eco que produce en nuestra propia mente cuando repercute en ella, y el sonido que percibimos.

El ego nos pone en situación, nos ubica en contexto, nos concientiza en tiempo y espacio. Y sin embargo, es una voz que puede comprometer nuestra propia evolución en el camino de las artes marciales, cuando su sonido no nos deja escuchar las voces de quienes se encuentran en nuestro alrededor. La voz se transforma así en un grito y en un ruido que nos deja sordos, incapacitándonos de recibir la voz del resto. En un contexto como el que acabo de ilustrar, sólo somos capaces de escuchar nuestra propia voz.

Este egocentrismo no nos permite trascender nuestra propia identidad, que termina por erigirse como el norte de nuestro accionar todo: satisfacer al propio ego se convierte en la razón primera. Así, nuestro Yo se torna el centro del universo, el sol del sistema solar humano, y de pronto parece que todo gira alrededor nuestro y que todo de alguna manera depende de nuestro rol o está bajo nuestro dominio. Para explicar otra cosa, cualquier cosa, deberemos siempre ponernos en primer lugar. Precisamente, en el dojo, parece que el resto de los elementos giran alrededor nuestro: la gente, la actividad, el entrenamiento. Cada elemento conforma una órbita y cada órbita dibuja un círculo más cercano o lejano a nuestro propio ego, a la estrella solar.

Pero no hay ego porque no hay sistema solar. El sistema solar es una definición arbitraria de una zona parcial en un espacio infinito… pero ¿cómo medir eso inconmensurable que llamamos Universo/Aiki?

Aikido y Budo implican acoplarse al universo, y no al sistema solar, al todo y no a lo parcial. Aiki como concepto trasciende el conocimiento empírico y nos enfrenta al origen infinito de nuestra propia existencia natural, que es fuente de creación. La práctica del Aikido y del Budo justamente implica, en determinado estadio del camino marcial, trascender esa propia identidad personal y social, para hacernos parte de algo inconmensurable, innominado, al que humildemente, y en un intento por comunicarlo, nos referimos como Aiki.

Por supuesto, ya que cada uno llega al dojo con una historia personal distinta (creencias, religión, experiencias, psicología, autoestima, valores, etc.) no es factible pedirle a cada uno que al unísono alcance el mismo nivel de liberación personal. Cada paso en este sentido es en sí mismo un gran avance, pero por supuesto, no hay cambios irreflexivos, súbitos ni radicales en cuestiones tan complejas como la propia conciencia y su constitución. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el objetivo final del camino del aikido es inmaterial y elevado, y que una vez en el camino del Aiki todo paso tiene que ser dado para acercarnos a ese ente absoluto que le da sustento a cada uno de los centímetros que recorremos. Toda acción contraria nos devuelve a nuestro ego original, a la línea de partida, y nos ofrece refugio en ese lugar cómodo y familiar, en ese trono desde el que desearíamos gobernar el destino de nuestro séquito. Somos de nuevo el sol.

Aiki aplicado: una cuestión tangible

Pero más allá de todo sentido metafísico, este trabajo de liberación personal es primordial y excluyente para trabajar con el Aiki. En otras disciplinas marciales y deportes de combate se prima el contacto físico, de mayor o menor contacto y violencia, y por ende se entrenan los músculos, los huesos y todo elemento que sea necesario para que el contacto físico no sea doloroso, y para que nuestro propio cuerpo esté a la altura de tan extenuante labor y salga airoso de ella. Pero en esos casos el concepto Aiki no es primordial, no existe como elemento excluyente, como principio que gobierna el accionar de los practicantes.

En el Aikido y en otras formas de Budo, la situación es distinta: no se hace énfasis en el contacto físico violento, sino que se trata de interactuar con el rival, redirigiendo su ataque a través del Aiki. Esta idea es simple pero no tan simple es asimilarla. Nosotros estamos transitando el camino de Aiki, el sendero de la energía universal, somos pinceles dibujando formas circulares sobre un canvas infinito donde ese movimiento primario se manifiesta, en una forma de arte marcial en este caso.

Por eso, no podemos considerarnos Aikidokas, caminantes del Aiki, si no estamos cultivando esa verdad y si en cambio, al momento de practicar, enfatizamos el empleo de la fuerza muscular. En Aikido, el movimiento del cuerpo debe ser entendido como secundario al empleo del Aiki, que es el motor primario. Pero el cuerpo no es causa de movimiento: su participación es, al contrario, funcional e instrumental al Aiki.

Por eso, en un arte marcial como el Aikido, valerse de la faceta física no es central, ya que en ese caso estamos haciendo énfasis en la materia pero no en el contenido. El ego nos ofrece su herramienta más conocida, el cuerpo, y nos encontramos de nuevo midiendo nuestro ego con el del uke, evaluando nuestra hombría. No obstante, lo que le da sustancia al Aikido no es la materia, el cuerpo humano, el ego, sino lo etéreo, los principios naturales. En Aikido no realizamos ningún trabajo especial para fortalecer nuestros puños, para endurecer los nudillos, para golpear más velozmente, para patear mejor. Tampoco nos preparamos para recibir golpes contundentes. Entonces, ¿por qué practicar un Aikido basado en elementos que no son propios de este arte marcial y no cultivar en cambio aquellos que sí le son basamentales? La actitud mental es errada: aunque estemos parados en el tatami vistiendo keiko y luzcamos como budokas, en nuestro interior todavía vive un boxeador, la concepción occidental del combate es la hegemónica en nuestro pensamiento. Esperamos el ataque del uke y al momento de defendernos -y debido a que por una regla caprichosa no podemos utilizar nuestros poderosos jabs, cross y uppercuts-, en nuestra desesperación por no poder expresarnos boxísticamente modificamos la técnica haciéndola lo más parecida posible a lo que aprendimos en la clase de Aikido, pero imprimiéndole la fuerza física que no podemos desechar, ya que la consideramos nuestra causa de fortaleza; fuerza muscular que justamente representa un escollo en la dinámica del Aikido. En este contexto, un Irimi-nage representa algo como así como un golpe de puño trunco, una técnica de boxeo malograda.

Mi hipótesis es que donde no hay aiki, el ego complementa el vacío con fuerza muscular. Antes de perder una contienda, es mejor ganarla aunque sea sin Aiki, valiéndose del músculo y del físico. El ego se sentirá mejor defendido y más estable, aunque el medio empleado no sea fiel a los principios del Aikido. Llamemos a este estilo “Ego-do”.

El problema en ese caso es que nos valemos sólo de nuestra fuerza física, y para triunfar necesitamos que el adversario sea más débil que nosotros. En cualquier otro caso, la fuerza física no ayudará demasiado. Asimismo, siendo que el Aikido no cultiva específicamente ninguna forma de fortalecimiento muscular o físico (aunque sí fomenta la salud física, la correcta postura espinal, cierta elasticidad y una tonalidad muscular acorde a las necesidades de la disciplina) estaremos utilizando una herramienta errada y muy poco entrenada. Por otra parte, cuando utilizamos fuerza física estamos echando a tierra todos los principios del Aikido. Por ende, nos adentramos a un lugar peligroso, en donde nos encontramos solos y a merced de lo que podamos lograr en base a nuestra propia fuerza muscular, sentido común, suerte, pero sin ninguna red de contención. Nos encontramos a la merced de nuestro ego, de lo que pensamos que podemos hacer por nosotros mismos. Pero esas no son tierras de Aikido. Lejos de la liberación personal, se levanta la cárcel del ego.

No mente

En el ambiente del tatami, cuánto más ego haya en uno, más fuerte será la necesidad de controlar al uke, de someterlo, de no dejarlo expresarse, porque es nuestro propio ego el que está en peligro al momento del contacto físico y porque el accionar del uke es para nosotros un misterio. Al no haber comunicación, química, entre nage y uke, la mejor opción es imponerse. Y este es un proceso puramente psicológico, un mecanismo de autodefensa: ya que el ego es nuestra conciencia de identidad, y por ende quiere resguardarse, quiere reafirmarse e imponerse, el desafío a nuestro propio ego implica la grave posibilidad de que nuestra propia auto-percepción sea incorrecta, de que podamos perder nuestro rol en el mundo y que al final debamos enfrentarnos a la realidad menos deseada, aquella que nos demuestra que no somos ni tan fuertes, ni tan idóneos, ni tan expertos, ni tan valientes como creíamos. El error es probablemente hacer énfasis en elementos ajenos al Aikido, el error es escuchar demasiado la voz de nuestro ego.

Aikido es Tao, es Shinto, es Zen

Aikido es un témpano flotando en un océano de espiritualidad: la técnica marcial es solamente la punta del iceberg de todo un sistema de pensamiento que tiene raíces profundas en la tradición filosófica y religiosa oriental. Cuanto más buceamos en esas aguas y cuanto más profundo nos sumergimos, acercándonos a su parte menos explorada, es cuando más comprendemos la parte visible del arte. Como dijo El Principito, “lo esencial es invisible a los ojos”… y esta verdad es también aplicable a la experiencia del Aikido, donde la técnica por sí misma, aunque ilustrativa, puede representar una mera ilusión y ser entendida como fundamento cuando en realidad no lo es.

Bucear y explorar las profundidades del Aiki implica descentralizar nuestro entendimiento del Aikido y sumar nuevos factores, estudiando sus principios espirituales y filosóficos. Satori, la iluminación, no es una faceta mitológica y paranormal del aikido, sino una realidad fundamental de su existencia, que le da flotación al iceberg. Podemos elegir o no comprometernos con el Satori, pero en ningún caso podemos negarlo. Porque cuando entrenamos Aikido estamos sirviendo a algo superior a nosotros mismos, a algo que está por afuera de nosotros, que nos trasciende. Entender esa primera verdad es fundamental para acallar la voz del ego, reubicándolo y sacándolo del centro del escenario. No entrenamos para nosotros mismos: ofrecemos nuestro entrenamiento y nuestro estudio en ofrenda.

Por eso desde el inicio de la clase, cuando en genuflexión saludamos al Kamiza, a O’sensei y a Miyazawa sensei en nuestro caso, debemos sumergirnos hacia las profundidades del Aiki en búsqueda de la correcta actitud, de una postura mental menos egocéntrica y más por afuera de nosotros mismos. Cuanto menos ego haya, asimilaremos mejor las correcciones propuestas, las recibiremos con humildad; cuanto menos se involucre el ego surgirán menos sentimientos negativos, entrenaremos la tolerancia, más enfocados, sin la molesta presencia de pensamientos divergentes.

Rivalidades, faltas de respeto, prepotencias, son todas expresiones de nuestro ego temeroso, de nuestra falta de seguridad personal y de nuestra necesidad de mantenernos vigentes en nuestro rol más previsible. Que la reverencia al Kamiza y a nuestros antecesores no sea un mero acto folclórico: vivámosla con intensidad.



Así como para entrenar dejamos nuestra indumentaria de calle y calzado en el vestuario, así como descalzos entramos a tatami, vistiendo el blanco keikogi que representa pureza y vacío, en una forma de desnudez simbólica, dejemos también nuestro ego afuera del tatami, colgado de una percha junto al resto de nuestras pertenencias. Animémonos así a interactuar con nuestros compañeros de práctica, a tomar las enseñanzas y a desarrollar el entrenamiento sin ser completamente los mismos que somos antes de cruzar las puertas del dojo, con el desafío renovado clase tras clase de mejorar aquello que no nos permite caminar la Gran Senda a buen paso, y potenciando los aspectos que en cambio son edificantes. Es un ejercicio constante que a largo plazo puede generar transformaciones significativas en nuestra forma de vivir el Budo, y cuyos resultados trascenderán el tatami holgadamente. Por eso, pongámonos en keiko, saquémonos el ego. Y a través de ese gesto actuemos más como seres humanos y menos como personas.



Marcos Gonzalez Gava