Katana.
Esperando, en silencio, posada,
pero animada,
nunca inerte, enfocada,
aparecerá como el viento,
materializada en la nada.
En su estado delta se mantiene alerta,
como un buda
en la oscura cripta que es la vaina,
durante una noche profunda
de vigilia eterna.
Es un ente meditando,
contemplando en trance profundo,
reviviendo en su inmóvil estado
el fuego y el acero de los que la forjaron.
El suyo fue un alumbramiento difícil,
todo un evento traumático,
pero de lo difícil sacó su templanza,
y de lo traumático su brillo,
porque a la buena del yunque y del martillo,
se fue curando de miedos y espantos.
Una gesta de la que que surgió a los golpes,
proceso brutal pero calculado,
que en lo primitivo de su acto,
bello y siniestro,
perfecto en su concepto,
es japonés por lo exacto.
Y así cual mariposa,
debe su belleza al increíble esfuerzo
que del capullo infernal de las llamas,
le permitió salir airosa
convertida en katana:
No sería ella,
diferente a otros artefactos,
si no fuera por lo inclemente
y severo de su parto.
En su inmóvil reposo
un espíritu inquieto se manifiesta,
vibra adentro,
fuego del que fue creada lo alimenta,
depositado en su centro por el herrero artesano,
para atar su suerte por siempre
a la naturaleza de su seno.
En mi cuerpo también se encuentra
esa misma llama que en vos arde,
colocada en mi interior por otro artesano,
a quien algunos aún no sabemos
como llamarle;
pero que sin lugar a dudas,
es padre de todos los nacimientos,
y que en cada uno de ellos
ordena alojar alguno de los cinco elementos.
Y mientras sendas llamas se integran,
y su calor se combina,
tu cuerpo en la vaina se ilumina,
y mi alma,
que es una porción tuya,
katana,
se fusiona en tu acero,
generando súbito un desenvaine
que aunque sigiloso,
conmueve al vacío como trueno.
Y cuando apenas asoma tu cuerpo
como luna en el velo oscuro,
los elementos se desorientan,
y el aire presagia antes que suceda
el paso veloz de tu filo,
que genera lapsos de espacio y tiempo,
cortando la realidad en hilos.
Porque el tuyo es un corte abstracto
que llega más allá de lo visible,
y que me contecta con su filo
a un reino de lo imposible.
Es así que durante su recorrido,
se va escuchando el sonido
de los hilos siendo arrancados.
¿Qué hilos?
Los del telón de esta escenografia,
de esta dimensión incierta
a la que nosotros llamamos vida.
Aquí voy de nuevo,
corto con el alma, corto contigo,
el aire se abre en reverencia
para dejarle paso a tu brío.
No hay lo qué pueda con tu braveza,
que no se define por tus partes
si son apenas dos parejas:
cuero y metal, cuerda y madera.
Porque vos katana sos un vínculo
entre lo divino y lo humano,
una forma de recordarnos,
de donde venimos y hacia donde vamos;
que el cielo y la tierra están unidos
por tu punta y tu mango.
Marcos González Gava.
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